Una noche mágica
-Jaime,
cariño, este verano no iremos a la playa- fueron las palabras de mi madre-.La
economía familiar no está bien y no nos lo podemos permitir. En su lugar, pasaremos
unas semanas en el pueblo, con los abuelos.
¿Vivir aventuras en un pueblo de 300 habitantes?...como que no lo veo.
El
domingo, al terminar la misa todos se reunían en el único bar del municipio. Mi
hermano mayor Maxi y yo comenzamos a hacer nuestras primeras amistades; Guzmán,
un chaval con pinta de empollón, Javier, el chulillo, Victoria, que cada vez
que sonreía nos enseñaba su ortodoncia, Alfredo, el chistoso y Álvaro, hermano
del anterior.
Una
tarde, jugando al fútbol, el balón fue a parar junto a los muros del castillo, entre
unos matojos. Alfredo fue a recogerlo.
-Venid
aquí chicos, ¡mirad lo que he descubierto!
Fue
tanta su insistencia y que el balón no volvía, que decidimos hacerle caso. Escondido
entre cardos más altos que nosotros, había una especie de ventanuco practicado
en el muro. Esto era un gran descubrimiento, porque podría ser un pasadizo que
permitiera entrar a un castillo cuya puerta principal sólo se abría para las
fiestas patronales. Quedamos aquella misma noche dispuestos a explorar.
Un ventanuco escondido y niños...atracción fatal.
Rodeamos
el castillo hasta nuestra puerta secreta y entramos a una sala de unos cien
metros cuadrados. Atravesando un arco salimos
al patio, donde admiramos la torre central, derruida en su parte más alta. Los
cuatro cubos de las esquinas estaban unidos por los muros, que, aunque
deteriorados, se sostenían en pie.
-Tú,
enano, quédate aquí vigilando. El resto, si tenéis lo que hay que tener
seguidme- ordenó Javi.
A
mi no me importó quedarme vigilando mientras los demás se perdían cruzando un
arco hacia otra sala. Estaba muerto de miedo y al menos me quedaba al aire
libre, donde podía tranquilizarme viendo el cielo estrellado.
Esta aventura se la dejo a Indiana Jones, que a mi me tiemblan las piernas
Me
acurruqué sobre una piedra detrás del pozo y al poco tiempo, un ruido captó mi
atención. Miré hacia el patio. Donde antes no había visto nada, ahora había unas
mesas formando un semicírculo.
La puerta del castillo se abrió de par en par y
comenzó a entrar gente. En primer lugar, un hombre anciano, corpulento y con
abundante barba canosa. Iba ataviado con un blusón rojo, adornado con bordados
brillantes y ceñido a su cintura por un cinturón de cuero. De su brazo, una
joven hermosa de larga melena pelirroja vestida con un traje azul celeste cuya
cola arrastraba por el patio. Detrás de ellos, una mujer también engalanada y acompañada
de un apuesto caballero vestido en color púrpura.
-
¡Viva el rey, la reina y su joven princesa! - gritaban los presentes.
El
rey alzó su copa y pronunció:
-Que
Dios bendiga a mi joven hija y a su esposo, y que este matrimonio venga repleto
de herederos. ¡Que comience la celebración!
Qué pesado con que le hagan abuelo
Y
dicho esto, una docena de músicos comenzaron a entonar alegres melodías
mientras de las bodegas, surgieron sirvientes cargados de bandejas y cántaros. Varios
saltimbanquis descendieron desde las murallas deslizándose de unos pendones.
Una vez en el suelo, hicieron una reverencia a los presentes y uno de ellos, dirigiéndose
al rey, recitó:
Mi rey, y nobles acompañantes
Nos inclinamos ante vuecencia
Con humildad y displicencia
Estos titiriteros ambulantes.
Entretendremos a los invitados
Con malabares y algún brinco
Pero pondríamos más ahínco
Si nos obsequiáis con unos ducados
Las
carcajadas de los presentes fueron sonoras, incluso yo no pude evitar sonreír oculto
en mi escondite, me sentía parte de la Historia. El rey, echó mano de una bolsa y se la lanzó al titiritero.
Todos ellos comenzaron a demostrar su destreza; volteretas inimaginables, saltos,
piruetas, malabares con antorchas...
De
repente, el portón de la entrada golpeó violentamente los muros. La música cesó,
los saltimbanquis pararon y todos los presentes giraron sus miradas. Entró un
caballero ataviado de negro, descendió de su montura y se plantó frente al rey:
-Esta
es la boda de mi primogénita Victoria. ¿Quién osa interrumpir?
-Soy
Siniestro, caballero de las tinieblas. Veo que he llegado en el momento
adecuado. Hace años que su majestad, acosado por los invasores del norte,
prometió la mano de su primogénita al caballero que venciera a los bárbaros. Llevo
años luchando y finalmente he conseguido expulsarlos de las tierras que os
arrebataron. Vengo pues a reclamar lo que me pertenece.
-Mi
hija Victoria está recién desposada. Pero os recompensaré con generosidad.
-No
es oro ni tierras lo que vengo buscando, sino lo prometido. Sólo me iré de este
castillo con la princesa Victoria o muerto. Por ello, desafío a cualquier
caballero aquí presente.
Parece que comienza la acción
Sin
dudarlo, el propio rey contestó:
-Yo
mismo satisfaré vuestras ansias de duelo.
-No
padre, ya sois muy mayor para batiros- gimió la princesa.
En
ese mismo momento, el recién desposado gritó:
-No
mi rey, es a mí, Guzmán de Barbadillo, a quien corresponde saldar esta afrenta.
-Vos,
¿el caballero poeta?, se mofó Siniestro.
-Dotes
de guerrero me sobran para derrotaros e ingenio también para escribir vuestro
epitafio.
El
combate era a todas luces desigual. Comenzaron los primeros escarceos. Guzmán,
después de todo lo que había comido y bebido no estaba en las mejores
condiciones. Sus golpes apenas hacían mella en su oponente, todo lo contrario
de los que recibía él, que le doblaban las piernas.
En uno de los forcejeos, Siniestro
impulsó a su oponente sobre una mesa, haciéndole perder su espada. Guzmán enarboló
una de las antorchas y consiguió acercarla a la cara de su rival, cegándolo, instante
que aprovechó para recuperar su arma. Los golpes se sucedían cada vez más
fuertes, haciendo retumbar el castillo. Yo sentía incluso temblar la piedra bajo
mi cuerpo.
-
¡Vamos, demostrad vuestro coraje!, ¡vamos caballero poeta!, ¡vamos mequetrefe! …
Lo
siguiente que vi fue a mi hermano que me zarandeaba.
-Vamos
canijo, vamos. Tenemos que llegar a casa antes de que se despierten.
-Ahora
a dormir y mañana ya te cuento, ¡vas a flipar!
Yo
sonreí y me acurruqué bajo la sábana sabiendo que nada de lo que contara
superaría lo que yo había “visto” con mis propios ojos.
Qué bonito! Una historia muy dulce y muy tierna.
ResponderEliminarMuchas gracias Marta, por tu comentario y sobre todo ppr haberlo leido.
EliminarMuchas gracias Marta, por tu comentario y sobre todo ppr haberlo leido.
EliminarBuen cuento, espero que para el siguiente concurso sepamos que pasó con el caballero poeta.
ResponderEliminar¡Suerte!
pues aunque sea de casualidad tendra qie triunfar. .. ahora que llega la primavera, que triunfen la poesia y el amor!!!!
ResponderEliminarpues aunque sea de casualidad tendra qie triunfar. .. ahora que llega la primavera, que triunfen la poesia y el amor!!!!
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