En el colegio, el tema sexual y otros menesteres
De mis tiempos del colegio no
guardo más que buenos recuerdos, amigos de los de verdad, conocimientos académicos…
y también, aprendizaje de la vida.
Una vez se murió el padre de uno de los
hermanos del colegio, y como era nuestro tutor y muy apreciado ente sus
alumnos, fuimos casi toda la clase y otros estudiantes y profesores al pueblo
paterno, que se encontraba a unos 100 km de distancia.
Mi primera vez...en un funeral
Después del funeral, un
amigo y yo deambulábamos por la plaza mayor esperando la hora de volver, cuando
se nos acerca el jefe de estudios y nos dice: “Cerezo, Ruiz, vamos al bar que
les invito a un refresco”. Nosotros declinamos la invitación y una vez se fue
nos miramos: “¿pero no estamos de entierro?, ¿se puede ir de bares estando de
duelo?”
Fue entonces cuando descubrimos la falsedad de los funerales. Porque
en España se te disculpa no ir a las BBCs (bodas, bautizos y comuniones) pero
no se perdona que faltes a un sepelio. Y eso que, en los funerales aparte de
los familiares más cercanos, que suelen estar afligidos, el resto son meros
figurantes.
El muerto al hoyo y el vivo...al bar del pueblo
De hecho, hay veces que hay más animación en la cafetería del
tanatorio que en las fiestas de un pueblo de la España vaciada. Tengo que
reconocer, que incluso una vez, como nos juntamos amigos de los que nos vemos
poco, aprovechamos la ocasión para quedar a cenar al mes siguiente, ¡¡¡pero
para pasar la aflicción eh!!!
Y para muestra un botón de que los entierros no
son lo que parecen, la conversación de una amiga que dio el pésame a un
conocido. El diálogo debió transcurrir más o menos como sigue:
-Te acompaño en el sentimiento, de
verdad que siento mucho lo de tu padre.
-Muchas gracias, se agradece el
detalle.
-Y tu madre, ¿cómo está la pobre?
-Pues mi madre está
estupendamente.
¡Vaya por Dios! Ya he metido la pata, la madre murió antes, pensó. Pero él añadió:
-La que está bastante dolida es
la tercera esposa de mi padre…
¡Cómo ha cambiado la familia
española!
¡Hasta para dar el pésame hay que tener ojo!
El tema sexual es el que quedó un
poco “cojo”, por no decir que tullido del todo.
Nuestros padres confiaban en
que nos los explicaran en el colegio y allí, entendían que ese asunto debía
aclararse en familia. Total, que los unos por los otros y la casa sin barrer.
Menos mal que siempre había alguno con hermanos mayores a quién robar las
revistas subidillas de tono y ver cómo era una mujer más allá de los dibujos de carácter
científico que nos ponían en clase de ciencias naturales.
Creo recordar que una
vez proyectaron un documental explicando el tema sexual, pero me suena que
salimos de la proyección como habíamos entrado.
Eso del sexo os lo va a explicar un cura con voto de castidad...pues bien
Un día, haciendo limpieza en
casa, encontré un librillo titulado algo así: “Como explicar el sexo a nuestras
hijas”. Apostaría un riñón a que no existía un equivalente para los hijos,
porque en aquellos tiempos era mucho más grave que te embarazaran a la niña a
que el niño preñase a otra, que eso pasaba a ser problema, y deshonra, de la
otra familia.
Así que, con este percal no nos quedó más remedio que aprender a
base de pelis guarrillas. Y sí, chicas, a vuestros novios también les gustan por
mucho que lo nieguen, y si es verdad que no, mejor que os busquéis
otro.
Pero como todo en esta vida, tiene sus inconvenientes. En una peli guarrilla,
empiezan por unos preliminares manuales, continúan con los orales, luego el
folleteo propiamente dicho para acabar con la “traca final”.
A ver si aprendo de sexualidad con los documentales de animales.
Años más tarde, un
amigo, que se echó novia, nos decía que por mucho que insistiera no le quería
hacer una mamada y pensó: “pues si no me la quiere chupar, de fornicar ni
hablamos” hasta que un día, en el calentamiento, ella le dijo:” ¿no me vas a bajar
las bragas?” y aquello rompió sus paradigmas.
Fue entonces cuando aprendimos
que para el tema sexual, no hay que llevar un “check list”, mejor dejar al
instinto que ya viene aprendido.
Caramba, esto del sexo no va como en las pelis "educativas" que he visto
También en esa época es cuando
comienzas a empinar un poco el codo. Nuestro delegado de deportes, porque
siempre fuimos muy deportistas, era un cura que, habiendo hecho votos de
castidad y pobreza, para no ir directamente al santificado, tenía un pequeño vicio,
que de vez en cuando le gustaba tomarse una copilla.
En cuanto había una
concentración deportiva aprovechaba para irse a algún bar cercano y siempre se
pedía un sol y sombra…o dos.
El caso es que una vez que nos queríamos hacer los
machotes fuimos a una tasca Carlos, JM y yo y nos pedimos uno para cada uno. En
aquellos tiempos, en que estaba bien visto mojar el chupete en anís para que
los bebés durmieran mejor, a unos chavales de 13 años les servían alcohol y lo
que hiciera falta.
El caso es que el camarero puso 3 copas sobre la barra, sacó
la botella de brandy y echó unos chorretes. En ese momento Carlos hizo ademán
de coger su copa cuando el camarero sacó una botella de anís y echó otros 3
chorretes.
Nos miramos como diciendo “Vamos a esperar por si todavía falta
algo” y después de un rato viendo que el camarero no movía ficha, nos los
bebimos. Dedujimos entonces que el sol era el anís, la sombra el brandy, y que
ya no faltaba nada más.
Un pasito más en el aprendizaje del adolescente, je,
je, je. Una única copa fue más que suficiente para volver contentillos a casa y
con la lección aprendida.
Sol y sombra...pues ahora ya veo la lógica
Claro está que en esta vida, lo mejor
es aprender de profesionales, así que por esa época me junté con Eduardo “el
borrachín” que era otro maestro como Miguel "el esponja", solo que el primero además de la clase práctica, te daba también
una teórica.
Eduardo, era muy amigo de Félix, un tipo que posteriormente se
metió a monje de clausura, aunque luego lo dejó. ¿Os imagináis entrar en un
convento en los 90 y salir 20 años después? Ponerse al día en tecnología debió
de resultarle más difícil que aprender a leer y escribir.
Bien, el tema es que
Félix era hijo de un comandante y una mañana de julio, nos invitó a la piscina
militar a pasar el día. Eduardo, que siempre investiga lo importante, nos vino
con la primicia de que allí los cubatas estaban a 100 pts mientras que en la
calle costaban el doble.
Vamos al bar a repasar la lección de hoy
No se podía ignorar la oferta, sin importar que fueran
las 12 del mediodía. Aprovechó la oportunidad para darnos una lección sobre el
ron con cola y otra del vodka con naranja. No os podéis imaginar el mareo que
da tirarse de cabeza al agua con dos cubatas y nada en el estómago. Incluso las
líneas esas que van pintadas por el suelo de la piscina me parecían en zig-zag.
Luego por la tarde, otra lección teórico- práctica sobre el peppermint con no sé
qué, de lo que sólo recuerdo que sabía a menta que tiraba para atrás. Para
rematar la jornada, una sesión práctica del licor 43 con batido de chocolate,
dulzón, dulzón.
A las enseñanzas de Eduardo se unían las del recluta que servía
en el bar, que por solidaridad, se tomaba otro copazo de lo mismo. Años
después, cuando fui a la mili, me di cuenta del enchufazo que debía tener ese
chico para tener un destino así. En lugar de hacer maniobras en medio de un
secarral, atendiendo la cafetería del club social de oficiales.
Eso sí, no se
puede piropear a las chavalas porque son las hijas de los superiores y te
buscas el destierro a la Legión.
Mejor me doy a la bebida que me la juego si intento ligar con la hija del general
Como ya os comenté en capítulos
anteriores, me apunté los llamados grupos cristianos. Era costumbre de aquellos
grupos, la de ir de vez en cuando de retiro espiritual y juntarse con otros del resto de España. Los hermanos de mi
congregación tenían una casa de retiro en un pueblecito perdido al norte de
Castilla y León, donde aparte de retiros espirituales, era una especie de asilo
para los ancianos de la orden.
Como el frío conserva, las temperaturas gélidas
de aquellas latitudes añadían unos cuantos años de vida a los hermanos ya
retirados. Los chicos veteranos nos dijeron que era costumbre allí, subir una
noche a no sé qué risco para ver amanecer, y como parecía una buena opción,
allí que nos fuimos.
Para no morir de congelación, algunos llevaron unas
botellas de coñac que fueron cayendo entre risas y canciones.
Con un poquito de
alcohol en las venas y con ese espíritu fraternal que lo invadía todo, alguna
cristiana caritativa encontrabas que te hiciera un hueco bien arrimadito bajo
la manta que habían llevado las amigas. Incluso alguna te dejaba que metieras
la mano entre sus muslos para que la calentaras…, la mano, claro.
Eso sí, sobre
un pantalón de pana gruesa, medias de borreguillo y braga faja a lo Bridget
Jones, que no es lo mismo ver amanecer en un risco de Burgos en Semana Santa
que en Ibiza en agosto. Todo sea dicho, pero eso de ver amanecer está
sobrevalorado, sólo merece la pena si la compañía es la adecuada.
Lo que tiene uno que hacer para intentar ligar
El resto de los días, después de
la cena teníamos dos opciones, u oración del silencio, que consiste en irse por
todo el convento buscando una capilla en la que meditar mientras suena canto
gregoriano, o marcharte al bar del pueblo.
Ahora que me he aficionado a la
meditación y al “mindfulness” entiendo que la primera opción era atractiva,
pero por entonces, a Eduardo y a mí nos pareció mucho mejor la segunda.
Es aquí
donde aprendí otra lección importante para la vida, el concepto de oferta y
demanda y el efecto pernicioso de la inflación.
Pongámonos en situación. El
convento se encontraba a las afueras de un pueblecito de unos 50 habitantes, y
de repente llegaban a él 400 jóvenes sedientos de fe y de alcohol.
Como de lo
primero ya estábamos bien servidos durante el día, íbamos en busca de lo
segundo al único bar del pueblo, que hacía su agosto en plena Semana Santa.
El
primer día, los cubatas costaban 100 pts y el sobrante del refresco te lo
dejaban en la botella, porque por entonces, los cubatas se servían en vasos de
tubo y no en copas enormes y super chic como las de ahora.
El segundo día, la
copa seguía costando lo mismo, pero el refresco se compartía entre 2.
Para el
tercero, el coste subió a 150 pts y de nuevo el resto de refresco incluido. El
cuarto día, siguiendo la secuencia, el precio se mantuvo, pero refresco
compartido. Para el quinto día, no lo sabemos, pero como ya sólo quedaban los lugareños,
seguro que el precio sería de 50 pts y refresco íntegro. Esta lección, me
ha sido de gran utilidad en mis inversiones.
Ni en la facultad de económicas me lo hubieran explicado tan bien
El cura que nos daba inglés, era
un tipo muy majete. Además de inglés, también sabía francés, idiomas que
comenzó a aprender en España pero que luego perfeccionó en el extranjero (aún
así, la pronunciación no la llegó a pillar del todo).
Es lo que tiene ser
miembro de una congregación religiosa, que tienes más contactos a nivel mundial
de los que nunca llegaré yo a tener en “Linked in”.
El caso es que su formación
le hizo entender lo mucho que abre la mente el viajar y siempre que pudo
organizó viajes para los alumnos. Eso sí, para que se los autorizara la
dirección y la APA (por entonces no era machista considerar que “padres”
incluye a ambos progenitores) tenían que tener un carácter apostólico, así que
las primeras veces que salí de España fue a Lourdes y a Fátima, que para un
cristiano, son como Benidorm para un jubileta.
El viaje a Lourdes estuvo
fenomenal. Pasamos por Andorra y yo me compré un “walk-man”, que era un símbolo
de status y modernidad. De hecho, hasta salía a correr sólo por lucirlo.
Nos
hospedamos en un hotel con una pinta muy peculiar, paredes y techos pintados de
rojo con adornos dorados y en lugar de lámparas unos farolillos chinos. Las
camas no eran muebles, sino de obra, con un colchón de goma espuma encima. El
resto de la decoración confirmaba nuestra sospecha de que aquello fue un
puticlub en el pasado.
Desde luego hay que tener poca visión empresarial, un
lupanar en un lugar de peregrinaje católico. Al menos no llevó mucho gasto en
reciclarlo en albergue para peregrinos.
Un señor con cara de pocos amigos nos
echó una bronca en francés en cuanto nos vio subiendo a gritos por la
escalera. Como respondí “no he entendido
nada”, nos la repitió en español. Nos estaba gritando que nada de hacer fiestas
por la noche, se ve que tenía un sueño muy ligero y no estaba allí para que
Dios le curara la sordera.
¡Casa de citas en Lourdes!...¿quién ha elaborado tu plan de negocio?
La basílica era muy bonita pero el mayor
descubrimiento que hice fue la cerveza, ¡que rica! No sé si era por el agua
bendita, pero estaba de muerte. Bebí unas cuantas, no muchas porque además de
benditas costaban un riñón.
En el viaje de vuelta, ya en España, cuando paramos
a repostar, me pedí otra ¡y menuda decepción! Era una Mahou de las de antes, media
estrella, de las que sólo bebían tipos duros como albañiles y camioneros. Un
brebaje tan amargo, que después del segundo trago acabé tirándola a una maceta
cercana.
En el otro viaje a Fátima, quise darle otra oportunidad a la cerveza,
pero descubrí que la portuguesa era incluso más amarga que la española, así que
después de poner cara de asco en el primer sorbo, como no encontré otra maceta y ante el cachondeo del camarero desdentado portugués, se la tuve que
dar a Esteban, un chaval que ya tenía vicios de adulto como beber y fumar.
Posteriormente Esteban estudió medicina, lo cual le pega muy bien porque no
conozco a gente que fume y beba más que los médicos. Como están viendo muerte y
enfermedad a diario, dirán que … “a vivir que son 2 días”.
Creo que estas experiencias con
la cerveza me traumatizaron durante mucho tiempo porque siempre fui más de
calimocho o tinto con gas que de litrona. Ahora que ya podemos comprar en
España cualquier marca extranjera, me estoy redimiendo a pasos agigantados.
CONTINUARÁ…Y lo hará con salud y deporte.