Esa arrogancia que nos puede...
Con lo satisfactorio que es el
orgullo moderado y lo malo en que se convierte cuando nos hace creernos
superiores a los demás. Cuan bonito es sentirse orgulloso de ser padre, de
acabar la universidad, de haber conseguido ese trabajo, de las metas
alcanzadas, incluso de ser del (piensa en
tu equipo favorito) ... Pero cuando se convierte más en sinónimo de
soberbia que de satisfacción, nos puede llevar a la ruina, como a nuestro amigo
el camionero.
La soberbia...ese "pecadillo" capital que nos puede
Y es que hay días que es mejor no
levantarse de la cama. A este hombre, que seguro que ha entrado en todas las
discotecas de moda con calcetines blancos, que va a la cena de Navidad en pantalón corto y que se peina cuando le
viene en gana, no va a venir un simple “segurata” a decirle cómo debe ir
vestido para entrar a una fábrica.
Si a todo este tira y afloja, “que así no
entras”, “que te quites de en medio”, “que tienes que cumplir nuestras normas”…
le añadimos un “a que no hay huevos”, pues ya la tenemos liada.
Y es que no hay
nada como sentirse herido en tu orgullo para perder la sensatez y actuar guiado
por la testosterona en lugar de por la neurona. Y si no, recordemos a nuestro
amigo Marty McFly en la saga "regreso al futuro" cada vez que le llamaban
gallina.
¿Que no hay huev...? Sujétame el cubata que a vanidoso no hay quien me gane
No siempre el exceso de orgullo
ha sido perjudicial, y la historia está llena de grandes hazañas basadas en la
cabezonería de alguno. Todos hemos oído hablar del huevo de Colón, pero
seguramente no nos han contado la historia como sucedió en realidad.
Estaría el
amigo Cristobal de borrachera con los hermanos Pinzones, que como dice la
canción era unos mari…neros un tanto pillos, que alardearían de lo alejados de
la costa que habían ido con sus veleros. Seguramente la discusión fue subiendo
de tono a medida que corría el vino, y en algún momento retaron a Colón: “a que
no hay huevos de ir más allá de la línea del horizonte”.
Y esta es seguramente la
verdadera historia del huevo de Colón.
Omito el resto porque ya sabemos todos cómo acaba, bueno, todos los que
no han sido víctimas de los recientes planes educativos. ¡Lo que hace la arrogancia!
El que tenga un par de hu...que me siga
Esto mismo, pero a mucha menor
escala evidentemente, nos pasaba a los amigos cuando marchábamos juntos a la
playa. Si a alguno se le ocurría subirse a un risco para tirarse al mar, allí
íbamos todos. Desde abajo la altura podría parecer más o menos grande, pero
cuando ves el agua desde arriba, esas olas que te parecen muy lejanas ¡glups!,
es cuando te das cuenta de que quizás ese salto fuera demasiado arriesgado.
Surge
entonces la parálisis. Ese momento de bloqueo siempre acababa cuando uno
gritaba: “¡a que no hay huevos!” o “si te tiras tú, me tiro yo”. Y ya no
quedaba más remedio que saltar como machotes.
No me toques... el orgullo, que me pierdo
También el legado cultural
español se ha visto enriquecido de esa falta de humildad que nos aqueja. “Que
dice el Matías que ha visto que en Villaalgo de Abajo están construyendo una
iglesia nueva”, pues todo el pueblo de Villaalgo de Arriba convocado en la
plaza mayor.
En menos que canta un gallo se disipan todas las desavenencias y
rencillas de toda la vida, y acuerdan por unanimidad que hay que levantar una
iglesia más grande que la de los otros.
Y en caso de que no fuera posible
construirla ni más grande ni más alta, pues se colocaba en un sitio más elevado,
que también cuenta, que lo importante es jactarse de algo. En lo alto de la colina, donde los ancianos del lugar y el
propio cura llegan con la lengua fuera cada fiesta de la patrona.
Normal el mal humor del cura...le construyeron la ermita en lo alto del risco
Pero no, nos pensemos que esto
era una característica del pueblo llano. Los nobles, corregido y aumentado.
Cada uno iba agregando torres, metros de muralla, chimeneas … al castillo que
se construía el vecino. Por eso en España tenemos ese patrimonio arquitectónico
tan destacado; iglesias, ermitas, castillos y palacetes por doquier.
Es lo
mismo que nos ocurre ahora cuando vemos el nuevo coche del vecino aparcado en
el garaje, que queremos uno mejor que el suyo.
Mi altanería no me permite tener un coche peor que el de mi vecino
La pena es que no hay manera de
que aprendamos. ¡Que bien nos iría si pensáramos como niños pequeños! En un
momento se están pegando y al rato siguiente están jugando juntos, porque para
ellos, prima más la felicidad que produce la diversión, que su orgullo herido.