¿O estás o no eres nadie?
¿Qué haríamos sin las redes sociales?... pues
infinidad de cosas, aunque sólo sea por el tiempo que nos quitan.
Todavía recuerdo mis primeros
contactos con ellas, creo que era Facebook. Los dos amigos más modernillos de
la oficina, los que están al tanto de las tendencias de moda, se registraron y
comenzaron a utilizarla.
Cada mañana, en el descanso del café se criticaban el
uno al otro; que si vaya birria de música que tienes, que si tus videos son de
“frikies”, que menudas fotos más viejas y feas que tienes colgadas, que yo tengo más amigos
que tú… y se defendían apasionadamente para cachondeo del resto, que nos preguntábamos
de qué servía todo aquello, que además de llevarte tiempo y esfuerzo daba pie a
que los demás te pusieran a caldo.
En algo sí que coincidían ambos. Si
contactaban con una chica guapa, con fotos sugerentes, con más de 1500 amigos y
sobre todo, que aceptaba su solicitud de amistad, es que se trataba de una
prostituta.
Tampoco es nada extraño, muchas empresas también tienen su Facebook
profesional.
Soy 25 contactos más guay que tú
Y es que la tecnología nos tiene
completamente absorbidos. Seguro que todos hemos visto en un restaurante la
típica familia: los niños ya son un caso perdido, absortos con sus móviles o
videojuegos, pero los padres prácticamente igual. Ni se hablan, porque no dejan
de escribir cositas con sus móviles de última generación.
Cara mustia salvo
cuando leen algún chiste que les ha enviado alguien. Incluso para decirse algo
el uno al otro lo hacen a través del grupo de “Whatsapp” que han creado.
Pero
claro, son las ventajas del mundo moderno, ya es costumbre que aprendemos idiomas con una aplicación
(con el mismo éxito que en la academia), nos compramos la ropa por internet, los viajes se planifican por la envidia de la fotos de los colegas en Facebook y el
restaurante lo elegimos según las críticas de alguna web de la que además
tenemos que leernos todos los comentarios para ver qué es lo que hay que pedir.
Antes la especialidad de la casa estaba escrita en una pizarra, a la vista de
todos.
Camarero, ¿cuál es la especialidad de la casa?...la que diga TripAdvisor
Ni que decir tiene que hay que
hacer fotos de cada uno de los platos para “compartirlas”, pero yo casi
preferiría que compartieran el chuletón en lugar de su foto.
Y es que lo de las
fotos ya llega hasta aburrir, y mira que siempre hemos detestado ir de visita a
casa de unos amigos y acabar viendo las
fotos de su boda (si, ya sé que bebí demasiado, pero de lo fundamental me
acuerdo).
Pero ahora parece que nos encanta ver no solo las de la boda sino las
de cada una de sus fiestas tontas o excursiones. Al pueblo de al lado, al bar
de debajo de casa o las de las vacaciones exóticas.
En el fondo es para
satisfacer ese espíritu envidioso de los humanos. No importa el atasco para
llegar a la playa, la sudada del camino ni el madrugón para encontrar un
huequecito donde poner la toalla, lo importante es hacerse una foto para el
Facebook, de esas que den envidia.
Aunque la típica foto de los pies tumbado en
una hamaca con el mar de fondo, a veces da más asco que envidia, ¡que hay gente
que tiene unos pies muy poco cuidados!
Pongo el despertador a las 5...que hay que hacerse la foto para Facebook
Aparte de los cometarios de los
colegas, mi primer contacto con Facebook fue después de una boda. Una amiga, que era la única que había hecho
fotos, dijo que ocupaban demasiado para enviarlas por correo y me mandó un enlace.
Yo no sabía qué era aquello, lo
pinché y me empezaron a pedir un montón de datos. Después de un rato me cansé de
todo aquello, me fui sin ver las fotos, pero ya quedé registrado en
Facebook.
Es que para esto de la tecnología, comienzo a ser un poco mayor.
Han pasado ya varios años y ahora tengo 1 amiga. Puede parecer
patético que sólo tenga una, pero os
puedo asegurar que me cunde de sobra. No hay vez que no mire el correo en la
que no me encuentre unos cuantos mensajes de Facebook diciéndome que ha
añadido fotos, hecho comentarios o lo que sea.
No deja de ser una manera de
estar al tanto de sus cosas.
¿Para qué necesito un confesor si ya tengo mis redes sociales?
Yo que soy más tradicional, y
puestos a que se empeña en contarme las nimiedades de su vida, preferiría que
me escribiera diciendo: “pues hoy me he levantado con ganas de salir a correr,
he hecho 8 km a una media de 6,7 minutos por kilómetro, después me ha entrado
hambre y me he metido un pedazo de desayuno con muchas más calorías de las que
quemé corriendo. También he estrenado la blusa blanca que compré en las
rebajas”.
Pero en lenguaje de redes sociales lo que me encuentro es una foto
suya con las mallas de correr, de hacer “running” perdón, un pantallazo de la
aplicación que registra todos los parámetros de su carrera, la foto del
croissant (la mejor) y otra, también un clásico, delante del espejo del baño
con la blusa blanca.
Imagino que entre la carrera y salir de casa se ducharía,
pero de eso no había foto. ¡Una pena!
Hoy tengo que salir a correr, que no tengo foto para Instagram
Pero la tecnología nos está
conquistando el terreno y parece que no podremos resistirnos.
Hace unos meses
vi un programa que se desarrollaba en
Silicon Valley. Para hacer una
entrevista a un informático, periodista y entrevistado se van a tomar un café a
la terraza de una cafetería.
El chico saca su teléfono móvil y le explica al
periodista: “con la aplicación de la cafetería pides lo que quieres, te lo
cobra directamente a la cuenta bancaria con la que te has registrado y con la
ubicación del móvil el camarero ya sabe dónde estás sentado y te lo trae a la
mesa”.
Todo muy moderno desde luego, pero como te de un apretón y tengas que ir
al baño, al pobre camarero lo vas a dejar un tanto desconcertado.
Puff, pedí el café con la app desde el taxi y me olvidé el móvil dentro...¡pobre camarero!
De Twitter mejor no hablar. La red social preferida de nuestro políticos,
de todos excepto del difunto Fidel, que en 140 caracteres no le entra ni el
título del discurso.
No hay telediario en el que no tengamos alguna de sus
meteduras de pata, y eso que a la mayoría se las escriben sus legiones de
asesores. Es curioso, pero ¿en media hora de mitin tradicional dicen menos
barrabasadas que en 140 caracteres?
Me
da a mí que es que va a ser que la gente desconecta rápido en los mítines y les
escucha más bien poco, pero para una frasecilla corta, pues nos la leemos entera a ver
si nos reímos con la tontería del día.
Vamos reirnos un poco...a ver el twiter del presidente
Pues esto es todo por hoy. Acabamos
con un consejo, a ver si dejamos las pantallitas y volvemos a tener más
contacto humano, que es lo que ha existido toda la vida y tampoco nos ha ido
tan mal, ¡creo yo!