Una de princesas
Érase una vez,
en un reino muy lejano, una bella princesita
presa en una torre de marfil. Su padre, el rey, la había confinado en
aquella fortaleza, con la esperanza de que no se casara con el primer pelanas que
conociera y lo hiciera con el valeroso príncipe que consiguiera rescatarla.
Para ello, debería derrotar al fiero dragón que la custodiaba, atravesar un
foso lleno de cocodrilos y escalar la torre hasta los aposentos de la princesa. Vamos, que el pretendiente tenía que estar en buena forma.
Día de la mujer ¿vendrá algún príncipe a recatarme?
Ella, que además
de hermosa era muy inteligente, ideó un plan para escapar de su cautiverio sin
necesidad de príncipe alguno. Con sus armas de mujer, que eran más que
sobresalientes, sedujo al dragón, que pronto dejó de pensar con su minúsculo
cerebro y lo hizo con…digamos su cola.
Uno
tras otro venció con fiereza a los cocodrilos y estirando su cuello hasta el
balcón de la princesa, la liberó de su jaula de marfil.
Viendo el ímpetu
del dragón, la princesa cae prendada y disfrutan de su pasión durante un
periodo de tiempo. Él, ardiente e impulsivo, la ponía mirando a Samarcanda al
menos 3 veces por semana. Ella, satisfecha, no echaba de menos los príncipes
cursis con los que su padre deseaba que se desposara.
Las armas de mujer de la princesa sedujeron al dragón
Y aunque discutían
a veces, el torbellino de su reconciliación barría todos sus desencuentros.
Pero poco a
poco, la impetuosidad de su dragón se fue volviendo en su contra. Casi todo le
enfadaba; que si el guiso de doncella no
estaba tierno, que si su catre no estaba mullido, que si el arpa de la princesa
desafinaba…cualquier nimiedad era suficiente para que se desatara su ira.
En sus
episodios de cólera, expulsaba fuego por sus fauces y agitaba su cola
frenéticamente en todas direcciones de manera tan incontrolada, que en más de
una ocasión chamuscó los tirabuzones dorados de la princesa o la lastimó de un golpe.
No por ser de la realeza su matrimonio era más tranquilo
Con el paso del
tiempo, ni fueron felices, ni comieron… ¡pero qué importa lo que comas si eres
desgraciada!
Y colorín
colorado, este cuento se ha multiplicado.
Pues si, este cuento de dragones lo encuentro muy "real"
Moraleja, para
princesas y plebeyas: a veces, quien más te atrae es quien menos te conviene.