La vida de Joana
Joana y yo nos
conocimos en torno a nuestros 25. Por aquella época ella salía con un pelanas
que tocaba la guitarra de garito en garito. A veces, incluso ella se subía al
escenario y cantaba con él, mientras un montón de salidos se deleitaban con los
movimientos de su voluptuoso cuerpo. ¡Menuda vida le iba a dar ese muerto de
hambre!, pero tuvo la suerte de que me cruzara en su camino.
Nos casamos al
poco de aprobar yo las oposiciones a juez y siempre le di todo aquello que una
mujer puede soñar, la trataba como a una reina. Aunque ella había estudiado biología, la convencí para que
se quedara en casa cuidando de los niños, que pronto llegaron. Era lo mejor
para ella, no quería que a la tensión de llevar una casa se le añadiera la de
un trabajo.
Nuestra vida
social era intensa dentro de mis exigencias laborales. Íbamos de fin de semana
y salíamos a cenar con mis amigos de toda la vida. Sus mujeres trataban a Joana
como una de ellas y nunca la discriminaron por provenir de un estrato social
más bajo. Sus amigas, poco a poco fueron desapareciendo, ya no tenía nada en
común con ellas.
Los domingos, habitualmente comíamos en casa de mi familia. A
mi no es que me gustara mucho, porque con mi padre siempre acabábamos hablando
de política o fútbol, pero así le ahorraba a Joana un día de intendencia en
nuestro hogar.
Al principio de nuestro matrimonio también íbamos a ver a sus
padres, pero dejamos de hacerlo. Su hermano, era un rojeras envidioso de mi
éxito y siempre acabábamos con broncas.
En vacaciones,
aunque a mí no me gusta la playa, yo me sacrificaba y la llevaba una quincena a
la costa. Ella se entretenía con las otras mujeres y los niños al borde del mar
mientras los maridos nos divertíamos en el chiringuito y jugando a las cartas después
de comer.
En cuanto a
nuestras relaciones íntimas, nunca tuvo motivo de queja. Yo había visto mucho
porno de adolescente y aprendí lo que toda mujer desea. Alguna vez acabó con
algún moratón, lo confieso, porque la línea entre el placer y el dolor es demasiado
fina, pero yo sé que siempre disfrutó del sexo conmigo. Tampoco nunca le
levanté la mano sin motivo.
Hace ya un mes
que Joana se suicidó, asi, con un par. La muy hija de puta me ha dejado con el marrón de cuidar
de 4 hijos adolescentes. A mí, ¡que le di todo! No alcanzo a comprenderlo. Debe
ser cierto lo que dice el refrán, no esta hecha la miel para la boca del asno.