¡BIENVENIDO MISTER MARSHALL!
Obra maestra del cine español la
de Berlanga, donde unos españolitos de los años 50, esperan ansiosos la llegada
de los americanos, que finalmente,
pasaron de largo por su pueblo.
Esto no nos ocurre ahora, los americanos
podrán quedarse o no, pero las que arraigan son sus tradiciones, que nos
estamos americanizando a pasos agigantados.
¡Que vivan los yanquis y sus costumbres!
No hace mucho acabamos de pasar
por el día de difuntos, de todos los santos o como se llama ahora en todo sitio moderno que se
precie, Halloween. Es comprensible, la fiesta
tradicional española, que de fiesta no tiene mas que el hecho de no ir a
trabajar, salvo que tengas un puesto de flores; se cambia por otra en la que te
puedes disfrazar de muerto, monstruo o parecido.
Si eres niño vas por ahí
pidiendo caramelos y si eres adolescente te vas a hacer botellón, como un
sábado cualquiera, pero disfrazado, que siempre resulta más divertido.
Si eres gótico, ni siquiera necesitas disfraz.
Peregrinar al cementerio un día en el que está más repleto que el Corte Inglés
el primer día de rebajas, pagar el doble por unas flores que los muertos nos
agradecen, y si lo hacen, mejor que eches a correr, pues no tiene color frente
al festejo yankee, que lógicamente se impone.
Es la alegría del capitalismo
frente a la austeridad patria.
¿Velatorio o fiesta de disfraces?...¡difícil elección!
Los españoles tenemos fama,
ganada a pulso, de no andar muy sueltos en idiomas. Eso no nos quita para que
todos nosotros conozcamos eso del “Black Friday” o como lo queramos escribir. Que viene aconsistri un aviso de que ya comienzan los gastos extra que continúan en todo el periodo navideño.
Se pronuncie como se pronuncie,
viene a consistir en; un atasco de un par de horas, unos 45 minutos buscando
donde aparcar, nervios, ansiedad y discusión con la familia, fundir unos 20€ en
gasolina para finalmente ahorrarte 15€ en el Media Mark, ¡porque tú no eres
tonto!, no,…¡eres un gilipollas integral!
Y después del “Black Friday” nos viene
el “Cyber Monday”, aunque este como es “cyber” parece más proclive a compras on-line
y te ahorras el atasco. De la discusión con la familia, nunca.
¡Cómo molan las tradiciones americanas! son más alegres que las nuestras
Otra tradición de fuera y que
también nos llega por estas fechas es la de Santa Claus. Además, el muy
listillo se adelanta a nuestros Reyes Magos, pero claro, a los renos se los ve
con más ganas de tirar del trineo que de correr a los camellos. Y como son 3, seguro que discuten en
cada intersección del camino de cuál es el mejor atajo. Tratándose de hombres,
encender el Tom Tom es impensable ¡qué pensarían de ellos si los vieran!
Si lo
de los Reyes Magos ya es bastante inverosímil, que puedan repartir regalos a
miles de niños en una noche, lo de Santa ya es el colmo.
Los primeros, al menos
son varios y cuentan con la ayuda de los pajes, que deben ser muchos, porque
hay uno en la puerta de cada centro comercial. Pero Santa, está él sólo para
hacer el mismo trabajo, se tiene que colar por la chimenea a pesar de su barrigón,
y yo casi siempre le recuerdo con unos coloretes de esos de que ha venido todo
el viaje desde Laponia calentándose a base de vodka.
De momento la tradición
belenística se mantiene, pero como sigamos a este paso, cualquier día en lugar
de estrella de Belén, nos ponen un dron de Amazon llevando el oro, el incienso
y la mirra, y a San José con una gorra de McDonalds, que la vida está muy achuchada y hay que
buscar patrocinio.
¿Es cosa mía o las chimeneas son cada vez más estrechas?
Si ya resulta complicado atinar
con la llave y entrar en casa sin hacer ruido cuando se está un poco piripi,
imaginaos lo que debe ser cargar con los regalos hasta el tejado, colarse por
la chimenea y además, atinar con los destinatarios y dejar el balón al niño y
la Barbie a la niña, aunque como dicen que no hay que ser sexista con los juguetes,
tampoco importaría mucho el error. De tanta americanada que nos invade, ¡yo no
dormiría tranquilo si fuera pavo!, que todo se andará.
Los carnavales, de los que ya
hablamos con anterioridad, son otra tradición que parece que se está revitalizando.
Un día escuché a un cura dando su sermón y se quejaba de que se estuvieran
poniendo tan de moda los carnavales entre los niños, pero que a su vez no
ocurriera lo mismo con la tradición a la
que venía vinculada, la cuaresma.
¡Hombre!, es que no tiene comparación, una
fiesta de desenfreno en la que se come y toca, si te dejan, carne por última
vez, frente a 40 días de abstinencia de ambas cosas…creo que la elección es
obvia. Incluso entre los niños, que “la carne” no la tocan.
Esta costumbre yanqui...es mucho más guay ¿no te parece?
El cura, que era
muy gracioso y conocedor de que tenía la batalla perdida, ya optó simplemente
por criticar a algunos padres con relación a los disfraces de sus chavales.
Casi
tilda de malos progenitores a los que disfrazaban a sus niñas de bailarinas
hawaianas o a sus niños de caníbales africanos. Ambos disfraces de los de poca
ropa.
Como aquel año los carnavales cayeron por febrero, con una helada tras
otra, su sugerencia era, que al menos les pusieran a las criaturas disfraces de
pingüino o de oso polar, algo más acorde con el clima reinante.
Tenenos una tradición mejor que las americanas...
Pero no todo está perdido. Existe
una costumbre muy española que no sólo tiene visos de perdurar, sino que se
exporta a todo el mundo. No me refiero a la envidia, que también, sino a
nuestra querida siesta.
Así que sea por placer o por mantener las costumbres
patrias, aprovechemos para echarnos una cada vez que se tercie la ocasión. Y
como decía el desaparecido Cela, de las de pijama y orinal, que las otras son muy flojas.
Algunas tradiciones, como el día de los enamorados, hemos podido compatibilizarlas, aunque con mucha más parafernalia, ahora hay que gastarse la pasta en un regalo y nada de notitas con poesías de amor.
¡Casi se me olvida! Otra
tradición muy española la de la lotería de Navidad, pero esa sólo la celebran
unos poco elegidos y el ministro Montoro.