Los campamentos

Nos vamos de campamento

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Venía de contaros mis habitos saludables de practicar deporte. Otra costumbre también muy sana es la de disfrutar de la naturaleza, sobre todo en los meses calurosos.

Desde que tuve la edad mínima, mis padres me enviaban de campamento. Así, mientras ellos disfrutaban de 15 días de tranquilidad yo me asilvestraba en el campo. 

Aquello sí que eran experiencias de verdad y no “las colonias” a las que van los niños de ahora con sus cabañas prefabricadas de madera y todas las comodidades a las que están acostumbrados.

Si no hay jacuzzi en la tienda de campaña yo no mando mi niño

Mis primeros campamentos fueron en Somo-Loredo. El alojamiento consistía en auténticas tiendas de campaña para 4 o 6 ocupantes, con unos pallets de madera como suelo y colchonetas de goma espuma para poner encima los sacos de dormir. 

Nada más llegar nos enseñaban las instalaciones y nos presentaban a nuestros monitores, que nos daban las normas, horarios y asignaban ubicación. 

Recuerdo que nos explicaron que no era conveniente correr entre las tiendas porque podíamos tropezar con “los vientos” (las cuerdas que la tensan) y clavarnos las estacas que los sujetaban, que del óxido que tenían, parecían llevar allí desde la guerra. 

Pues bien, uno de los chicos se olvidó de estas recomendaciones y ocurrió lo que nos advirtieron. Se lo llevaron al hospital más cercano y al volver con la mano vendada, todos le preguntamos qué le habían hecho.

-Pues nada, me desinfectaron y cosieron la herida, me la vendaron y me pusieron la antitetánica.

Para mí, que detesto a los médicos en general y me dan pánico las agujas, escuchar la palabra “antitetánica” y “cosido” fue un verdadero shock. Desde entonces cruzaba entre las tiendas con más delicadeza que las bailarinas del “Lago de los cisnes” el día de un estreno.

¿Pero donde he venido...a la acampada del Bolsoi?

De hecho, había que cruzar muchas veces entre las tiendas para ir a la parte de atrás a “cambiar el agua al canario”, porque los servicios, seguramente también de la guerra, no parecían muy higiénicos. 

Como ya hemos comentado, tiendo al estreñimiento y soy escrupuloso, así que en cuanto vi aquellas letrinas hice mi cálculo mental…” si estamos a lunes, vengo evacuado de casa y voy a estar aquí 15 días…para no reventar me basta con ir los miércoles y sábados”. 

Si vengo al campamento evacuado de casa y vamos a estar 15 días...

Creo que estas planificaciones de niño me han sido de gran utilidad para organizarme más adelante en el trabajo. Y por supuesto, cada vez que llamaba por teléfono a casa, le contaba a mi madre “el parte” de mis devenires intestinales. 

Por si acaso, también busqué un plan B, una zona de helechos al inicio del bosque. Gracias a Dios no hizo falta, porque creo que los helechos tienen filamentos urticantes. 

Grandes recuerdos tengo de aquellos veranos, y de cuando comencé a enamorarme de las olas del Cantábrico, aunque los monitores sólo nos dejaban meternos en el mar tras una corchera, que sujetaban ellos mismos y que sólo te permitía llegar hasta poco más del ombligo. 

Hombre, es comprensible, no hubieran quedado muy bien teniéndole que decir a unos progenitores que a su niño se lo llevó la marea y que lo busquen al otro lado de la bahía.

Y cuando crecí un poco…las colonias cambiaron algo

Al padre de un amigo lo destinaron a Guadalajara. Un verano, nos dijo que por qué no nos apuntábamos con él a un campamento en la Alcarria, y ni cortos ni perezosos, allí nos presentamos Luisma y yo una semana antes de que comenzara. 

Como el padre de este amigo trabajaba en una fábrica de flanes y helados nos organizó una visita. Nos enseñaron las líneas de fabricación, y al acabar, lo mejor de todo, una degustación. 

Aquello, para unos chavales como nosotros era el paraíso. Nos sacaron todo el muestrario y nos despachamos a gusto. En un momento Luisma preguntó: “¿en qué se diferencia el flan de huevo del de vainilla?”. De vuelta a casa le preguntamos si no sabía distinguirlos y nos respondió:

-Es que si preguntaba eso me iban a decir que probara ambos, como así fue.

Vale, el resto también comimos de todos y sin preguntar nada. Y es que Luisma era así, se pensaba más listo que el resto de la humanidad.

Acampada de golosos...degustación de flanes y helados

Del campamento en sí, recuerdo que la desproporción entre chicos y chicas era exagerada, 60 ellas y 12 nosotros más o menos. Una pena que por entonces no me interesara ligar, pero dada mi efectividad, ni siquiera en esas condiciones estaba garantizado el éxito. 

En los 15 días no fregué ni uno solo, eso sí, los chicos íbamos por leña para el fuego de campamento, pero la relación era favorable, fregar se hacía 3 veces al día lo de 70 acampados, mientras que había una única fogata cada noche. 

Hoy en día, fijo que me tocaba fregar lo mío y lo de 5 chicas más, ir a por leña, montar las tiendas, lavar bragas y hacer guardia por si vienen los lobos. 

Pero eso es lo que tiene el feminismo de ahora, los hombres hacemos cosas que antes sólo hacían las mujeres, más las que siempre hemos hecho nosotros. Pero no es momento ahora de meterse en temas espinosos.

 Este reparto de tareas lo encuentro un tanto desproporcionado

Mi última experiencia con los campamentos, al final de la adolescencia, ya fue como monitor. Comentamos en capítulos anteriores, que por circunstancias del destino acabé en unos grupos cristianos

Una tarde, el cura que nos guiaba, nos dijo que además del debate teórico de cada semana, había que pasar a la práctica. Yo, que por aquél entonces siempre me ponía en lo peor, me vi a mí mismo en taparrabos en medio de la selva africana evangelizando a los caníbales. 

Evidentemente la cosa no llegó a tanto, tan sólo nos pidió que diéramos catequesis en una parroquia cercana, a lo que nos prestamos sin rechistar.

Campamento paritario en la naturaleza...¿pero donde me he metido?

En nuestro primer día de catequesis, nos dimos cuenta de lo justo que es el karma y nos encontramos con que, de un colegio femenino, también asistían catequistas. 

Podéis pensar que se trataba de beatas y modositas, pero si se dice que la fe mueve montañas os puedo asegurar que las hormonas adolescentes mueven galaxias enteras. 

Al final del curso, la parroquia organizaba un campamento con los chavales y los catequistas éramos los monitores, salvo algún puesto más profesional como el de cocinero y médico. Aunque todo sea dicho, el médico no era más que un estudiante de 3º que no sabía ni poner una tirita. Y esto no es una exageración mía, yo mismo vi cómo se le quedaba pegada en sus dedos intentando ponérsela a un niño.

La fe mueve montañas, pero las hormonas adolescentes...galaxias enteras.

 Lo bueno de aquello es que una novieta que me eché entre las catequistas del otro colegio también vino como monitora. 

Como no resultaba nada complicado cambiarse de tienda de campaña en medio de la noche, allí mismo, en un campamento cristiano, con la intimidad de tener a 4 o 5 durmiendo al lado y la tensión de que el cura nos pillara…fue cuando toqué mi primera teta. 

No entiendo muy bien por qué no toqué la segunda, pero me temo que lo de poner la otra, es sólo para la mejilla y no para la tetilla.

El resto de los días que estuvimos acampados en aquel pinar también fueron estupendos. Yo me encargué de preparar un rastreo magnífico atravesando colinas riscos y charcas donde los chavales se divirtieron como nunca. 

Por las noches, alrededor de la fogata, desentonábamos canciones y contábamos chistes y cuando los niños se acostaban, los monitores sacábamos alguna botellita de algo alcohólico y nos acostábamos la mar de contentos.

De cuando el cura del campamento...nos dió la misa                                                                                

Unos de los domingos, el día de los padres, se les invitaba a venir a pasar el día con sus hijos. Como campamento organizado por una parroquia, no podía faltar su correspondiente misa dominical. En medio de la homilía, Justi, el cura, proclamó:

-Porque fuimos al ayuntamiento…socialista y no nos dieron nada.

-Fuimos a la Diputación…socialista y nos negaron una ayuda.

-Fuimos a la Junta…socialista y nos dieron con la puerta en las narices.

 

A estas alturas de la homilía algunos padres…socialistas, ya se habían hartado y se habían marchado unos pinos más lejos. Al final, fue el obispado… no socialista, quién nos concedió una pequeña subvención. Estar allí, viendo la cara de algunos padres es como el anuncio de MasterCard, que no tiene precio. Pero chico, eso te pasa por llevar al niño a un campamento cristiano, y no a uno del ayuntamiento…socialista.

CONTINUARÁ…De cómo dejé atrás la adolescencia.


 
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