Mi reino por un jamón

 

Mi reino por un jamón

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Llevaba nueve meses sin probar el jamón. Mi marido siempre fue un hipocondríaco y por más que le aseguraba que, congelándolo se mataban todos los bichitos, me lo tenía prohibido. Incluso había puesto bajo llave uno que teníamos a medio empezar antes de que nos enteráramos de la buena nueva.

Yo, a veces, como si fuera un sabueso en busca de su presa lo olisqueaba para ver si me estaba engañando. No con otra desde luego, sino con mi pata de jamón. Creo que en aquellos momentos me hubiera molestado más que oliera a Jabugo que al perfume de otra, pero hay que reconocer que tenía las hormonas un tanto alteradas.

A mí, que me encanta, todo eso me traía por la calle de la amargura. Mis antojos no eran de helado o de fresas con nata, sino de jamón sobre pan tostado con aceite.

Tengo antojo…una tapita de jamón

Incluso mi día a día se estaba volviendo complicado. Debajo de casa hay una tienda de música, con sus baterías, trompetas, teclados…y al fondo colgadas de la pared las guitarras, clásicas y eléctricas. Pero allí colgadas y con esa forma, a mí me recordaban a los jamones en el secadero. Hasta las flautas me parecían a salchichones.

Mis prácticas de yoga eran de lo poco que me serenaba y me hacía olvidarlo. Cuando el tiempo lo permitía salía a la terraza con mi esterilla, me ponía los auriculares, cerraba los ojos, unos cuantos “ooooommmmmms” y al acabar, completamente relajada volvía a abrirlos y, si era un día con nubes…alguna tenía forma de pata de jamón.

Creo que a Hommer Simpson le pasaba lo mismo con los botellines de cerveza. Pero seamos serios, me parece mucho más probable lo mío que lo de la cerveza. Bueno, quizás la pata entera es complicada, pero uno de esos que te venden deshuesados por mitades es bastante probable.

Esa nube…es como un jamón embuchado

Y qué decir de los conocidos con los que coincidía en la calle. Además, todos querían tocar el bombo en cuanto te los encontrabas por la acera. En más de una ocasión estuve por decirles que lo que da suerte es pasar el billete de lotería por la chepa de un jorobado, no por la panza de una embarazada.

Pues el caso es que nunca coincidíamos frente a una joyería, tienda de muebles o librería, siempre era frente a un bar, de esos que exponen sus mejores trofeos colgados por encima de la barra y a la vista de los pobres adictos como yo.

Casi pensé que un día me vería en una reunión de esas que empiezan con: “Hola, soy Marta y llevo 9 meses sin probar el …jamón”

Y los anuncios de las aplicaciones del móvil… ¿de qué os pensabais que eran?

No fui consciente del punto al que me estaba afectando hasta que un día soñé que me había puesto de parto. Estaba sudando tinta para que saliera la criatura. Las enfermeras estaban todas pendientes de mí animándome a que empujara con más fuerza.

Un esfuerzo más, que ya casi está aquí

Se asomaban a mi entrepierna y me decían que era enorme y que además venía de culo. No sé cuánto tiempo duró el parto en mi pesadilla, pero después de muchos esfuerzos sentí que salía. El ginecólogo se acercó a felicitarme.

Enhorabuena, ha dado Ud. a luz un hermoso Guijuelo de 5 kilos.

Me quedé tranquila, estaba sano porque venía con su sello de la denominación de origen. ¡Olía tan bien mi bebé! Y eso de que estaba para comérselo…era literal.

 

 

 
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