Zenda: Historias de la Historia

 

Una expedición arriesgada

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Mi nombre es Martín y escribo estas líneas en mi diario con la esperanza de que queden para la posteridad tras mi fallecimiento. Junto con mis dos hermanos me he embarcado en una aventura loca. Son muchos los problemas que nos acucian a los tres y pretendemos dejarlos atrás.

Vicente es perseguido por un noble que insiste en desposarlo con su hija cuya honra ha sido mancillada y ahora crece una criatura en sus entrañas. La chica es un tanto casquivana, por lo que el hijo que espera puede ser de cualquier hombre del pueblo o de otra población de la comarca.

Francisco, que tiene algunos vicios complicados de costear, es buscado por el alguacil a causa de unas deudas de juego que debe satisfacer. Sus arcas llevan tiempo vacías, por lo que se ha convertido en una tarea harto complicada.

Yo mantengo serias disputas con las autoridades acerca de unos tributos que me exigen pagar. Bien dicen que no hay nada seguro en esta vida salvo la muerte y los impuestos.

Frente a un panorama tan cierto como desagradable, los tres a una nos embarcamos en esta locura, y digo “embarcamos” en sentido literal, porque mientras escribo estas palabras, el cascarón de madera en el que me encuentro cruje con cada envite de las olas.

Pongamos tierra, digo mar, por medio

La expedición la componemos tres navíos capitaneados por un tal Cristóbal, al que apodan “el Colón”, porque si te descuidas te la cuela, como hizo con la inocente reina de Castilla.

La buena de Isabel la Católica, mujer poco agraciada, no pudo resistirse a los encantos de este seductor, no en vano es transalpino. La dejó literalmente en bragas, o ni eso, porque dicen que la reina tuvo que vender sus joyas e incluso su ajuar para costear la aventura del marino.

Como buen italiano, Cristóbal es un hombre un poco salido. Asegura que la tierra es redonda, como los pechos de las mujeres de su tierra o como el culito de un grumete al que comenzó a mirar con ojos libidinosos a partir de la segunda semana de travesía.

Siendo esférica, pretende arribar a las Indias para comerciar por sus especias, telas y brocados. Yo me inclino a pensar que lo que le llama más la atención son “las indias”, mujeres cuya fama de sensuales se extiende por toda Europa.

Cristóbal, ¿y a ti por qué te apodan “Colón”?

Sin embargo, grandes eruditos afirman que la tierra es plana. En sus límites, criaturas voraces de múltiples cabezas esperan para engullir a todos los incautos que caigan. Yo confío que, en cuanto nos acerquemos al precipicio y veamos a esas bestias marinas, el capitán ordene dar la vuelta y regresemos a tierra firme.

Con suerte, como habrá transcurrido mucho tiempo, las cuentas pendientes que dejamos atrás mis hermanos y yo ya habrán prescrito.

La noche estaba en calma, pero ahora escucho a un borracho gritando “tierraaa, tierra a la vista”. Como no se calle pronto, subo y le quito la botella de ron.

 

PD: esta es mi participación en el concurso literario de "Zenda historias de la historia"

Y por supuesto sin perder el tono humorístico del blog, ¡faltaría más!

Por fin licenciado...del ejército

 Qué larga se me hizo tu mili

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Ahora que ya conocéis mis inicios en la vida castrense y alguna anécdota de mis maniobras ya va siendo hora de rematar mi paso por el ejército, que como se decía antaño, esto es más largo que la guerra de Cuba.

Adiós ejército, ya cumplí con la patria

Como a casi todos los que teníamos estudios universitarios nos enviaron a hacer trabajo de oficina a un antiguo palacio del siglo XVII en medio de la ciudad. Vamos, un destino casi vacacional.

Al principio nos tocaba realizar algunas labores propiamente militares como hacer guardia, y siendo los recién llegados, pues comenzábamos con los días que nadie quería como fines de semana.

Recuerdo la primera vez, un viernes. Las guardias se hacían desde la medianoche hasta las 8 de la mañana en turnos de 2 horas. El mío fue de 2 a 4 de la madrugada, así que salvo los que entraban a las 12, el resto nos fuimos a las camarillas a dormir hasta que nos avisaran.

Cuando otro recluta me despertó, vi que en las literas estaba yo solo y pensé: “vaya, nos han invadido los moros y yo me he quedado dormido”

─¿Dónde están los demás?

─Ahí fuera viendo la tele.

Nos invade el enemigo y yo durmiendo a pierna suelta

En principio me pareció un poco ridículo ver la tele a esas horas en lugar de dormir antes de la guardia, pero en cuanto salí me di cuenta del motivo… ¡estaban todos viendo la peli porno!

Y es que, por aquellos tiempos, en Canal+ cada viernes de madrugada ponían una peli guarrilla. Si, esa que mucha gente veía incluso con rayitas, pero en el cuartel tenían la suscripción a la cadena y se veía descodificada.

No voy a decir que a mí no me interesara el tema, pero si le dabas una cinta de video y 100 pesetas al recluta encargado de la sala de TV, te la grababa y además podías elegir, porque lo miraba en la guía televisiva e informaba a su clientela de los próximos estrenos.

Para que luego digan que no existe espíritu emprendedor en España. Lo que hace falta es tener los estímulos adecuados.

La verdad sea dicha, el título tampoco es que fuera muy orientativo porque ¿os habéis dado cuenta de que algunos parecen más de comedia que de peli X? Por ejemplo: “Caray con el mayordomo que largo tiene el maromo”, “Pulp friction”, “La guarra de las galaxias” o “Agente 069, licencia para” … lo que imaginas.

Con tanto recluta salido voy a elaborar mi plan de negocio.

Cuando tienes que estar despierto sin nada que hacer los minutos parecen horas, así que para no quedarme dormido a veces salía de la garita y observaba las calles colindantes.

Una noche pasaban por allí 4 chicos un tanto borrachos, me vieron y uno de ellos dijo:

─Que putada estar de guardia un jueves por la noche.

─Más putada es pasarlo en urgencias ─contesté dando unas palmaditas al fusil que tenía colgado.

Les cambió la cara por completo y los que estaban un poco más serenos agarraron al bocazas y desaparecieron a paso ligero. Creo que nunca en mi vida he tenido tanto poder de convicción.

No hay nada como buenos “argumentos” para resultar convincente

Los días discurrían lentos y había que pasar el tiempo. Fue en una de esas cuando me gané mi apodo “militar”. No, no fue ni “Rambo” ni “Terminator” sino algo más familiar, aunque tengo que reconocer que albergo alguna duda al respecto. Me explico.

Para matar el aburrimiento rescatamos una vieja mesa de pingpong y otro soldado y yo nos pasábamos horas jugando. Uno de los reclutas, el del videoclub, que era un chaval muy ingenioso, nos bautizó como el cabo Pin y el cabo Pon. Desconozco cuál era yo, aunque atendía a cualquiera de ellos.

Ah, por cierto, ya veis, que al contrario de los que te dicen los curas, la masturbación no acaba con las neuronas.

Muy buena puntería mi cabo…sobre todo de revés

Además de las tareas diarias del cuartel, no olvidemos que éramos soldados y como tales un día nos tocó ir a hacer prácticas de tiro. Fuimos todo el remplazo, los de las oficinas, los de mantenimiento, los de cocina…

Según estábamos listos para subir al camión que nos llevaría al campo de tiro, me fijo que en la caja de la munición pone una leyenda “fecha de caducidad 1984” (estábamos en 1996) y me dirijo al sargento.

─Mi sargento, estas balas llevan caducadas más de un lustro.

─Ah, pues quizás sea demasiado. Toma las llaves de la armería y trae una caja nueva.

Fui a la armería y busqué entre las cajas de munición almacenadas. Volví con la misma, ¡las que quedaban tenían fechas de caducidad de 1981! Con la suscripción a la tele de pago se ve que no quedaba presupuesto para renovar el material.

El sargento, para tranquilizarme, dijo que no pasaba nada y que en caso de conflicto bélico se utilizan balas compradas a los americanos, nada de las caducadas de fabricación nacional. Creo que en mi primer disparo me temblaban las piernas, luego ya comprobé que la robustez de aquellas balas hacía que su caducidad fuera bastante orientativa.

La fecha de caducidad de la munición es menos fiable que la de los yogures

Un día me encomendaron mi primera misión especial, actualizar el inventario de literas. El sargento me dio el informe anterior, de hacía 4 meses, en el que ponía que había 100.

Comencé a contar las que teníamos en uso y solo me salían alrededor de 50. Cuando se lo comenté al sargento tomó 2 acciones, darme un manojo de llaves para que buscara por todos los almacenes y ponerme como ayudante a un recluta recién llegado.

Lo del recluta no fue más que una manera de librarse de él, que era muy torpe, pesado y recomendado por el comandante. Imaginaos lo plasta que era, que para librarse de él lo enviaron a la biblioteca a ordenar los libros por orden alfabético de autor. Cuando terminó le pidieron que lo hiciera de nuevo según el título y cuando acabó con esto…me lo asignaron a mí.

Salvo por tener que aguantar a este pesado yo me lo pasé en grande en mi misión especial. Como os decía, el cuartel era un antiguo palacio, y ya se sabe que aparte de la zona noble, existen otras muchas más estancias repartidas por los adosados, subterráneos y buhardillas.

“Misión imposible” …un juego de niños comparada con la mía.

Con las llaves que me habían dado, que parecía el sereno, no dejé habitación sin registrar. Incluso creo que me colé en sitios donde no debía, pero si me decían algo yo respondía que estaba de misión “especial” respaldado por el capitán.

Lo malo es que por más vueltas que di y almacenes en los que rebusqué, no logré encontrar más que unas 75 literas. Derrotado por el fracaso fui a hablar con mi superior pensando que de esa me arrestaban.

─Mi sargento, ya he buscado por todos los rincones y no logro encontrar más que 75 literas.

─Caramba, pues ya has encontrado 20 más que el último al que se lo pedí. Pon 100 como se ha hecho siempre y dame el impreso que lo firmo. ¡Con un par!

Bueno, os podéis imaginar la cara de tonto que se me quedó ¿No me lo podía haber dicho desde el principio? En mi vida profesional posterior siempre he encontrado responsables de logística un tanto más serios que mi sargento.

Unas semanas más tarde me encomendaron otra misión, ir a un cuartel que se estaba desmantelando a pillar todo lo que pudiera de material; taquillas, almohadas, camas…Volví con el camión lleno y puedo decir con orgullo que el inventario de literas acabó en 102 tras mi misión de rapiña. Ya nunca más habría que falsificar el recuento.

Mi sargento, acabo de cuadrar el inventario

Un sábado, que me tocó estar de guardia, me despertaron con urgencia.

─Mi cabo, que hay ahí un soldado retorciéndose de dolor.

─Pues no me despiertes a mí, llama al ambulanciero.

─Es que es él el que se queja.

Caramba, eso ya era otro tema. Si alguien se ponía enfermo se llamaba al conductor de la ambulancia para que lo llevara al hospital, pero esa solución evidentemente no me servía.

Lo único que se me ocurrió era que uno de los chóferes se encargara de llevarlo, pero yo sabía, que el que estaba de guardia, que era un tipo muy juerguista, se había escapado de marcha y no volvería hasta las 8 de la mañana que se abrían las puertas del cuartel. Faltaba casi 1 hora.

El ambulanciero era un tipo muy madridista, así que nos pusimos unos cuantos a hablarle de fútbol, de Di Stéfano, Santillana y compañía para que estuviera distraído y se olvidara de sus dolores.

La maniobra surtió efecto y pudimos esperar a que llegara el chofer, que como parecía en condiciones de conducir, le encomendé la misión de llevarlo al hospital. Unas piedras en el riñón expulsadas y listo para volver a gritar “hala Madrid” de nuevo.

Y como no quiero ser pesado y creo que ya me he extendido bastante, aquí damos por finalizado mi paso por el Ejército Español.

Para más batallitas, no te cortes y cuéntanos las tuyas en los comentarios.

 
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