Aprendiendo con humor
Mi abuelo, que en paz descanse, era aficionado a
invertir en bolsa, afición que siempre intentó inculcarme. Para mi era una
aburrimiento y en ocasiones incluso una auténtica faena.
Recuerdo un cumpleaños
en que yo pedí una bicicleta, y él me regaló unas acciones de Telefónica, las
conocidas Matildes. Con el tiempo descubrí, que con las que me regaló me podría
haber comprado 10 bicicletas como la que quería, pero para un niño, la
inmediatez del regalo, es fundamental.
Me esfuerzo para sacar buenas notas...y me quedo sin bicicleta
A mi hermana, no recuerdo si le hacía el mismo tipo de
regalos o para ella fue mayor la influencia de mi abuela, que era muy devota.
El caso es que ella siempre guardó su propina, los billetes, entre las páginas de
una biblia. Y no lo hacía al azar, no, sino entre las páginas que contenían el
milagro de los panes y los peces, para ver si a ella también se le
multiplicaban.
Qué mejor sitio para guardar billetes que en la Biblia, versículo de la multiplicación de panes y peces
Volviendo a la bolsa, finalmente mi paciente abuelo, consiguió
que me aficionara a ella.
Un día, paseando por la universidad, vi que en la
facultad de económicas impartían un curso de análisis técnico de valores
bursátiles, a lo que nos apuntamos mi amigo Carlos, que ya estaba de vacaciones
y yo.
El primer día, el ponente, un experto del BBVA, comenzó pidiéndonos que
nos presentáramos desde el punto de vista académico, mencionado el curso, los
motivos de estar allí, si leíamos prensa o libros financieros…
Vamos a ver qué compañeros de clase tenemos en este seminario
Comenzaron los de la primera fila:
-Soy Alberto, estoy en 4 de económicas, me gustaría
dedicarme profesionalmente a la inversión…
-Me llamo Ángela, soy de primero y normalmente los
fines de semana leo las páginas salmón de El País
Y así fueron pasando buena parte de los alumnos hasta
que llegamos a la última fila, donde nos encontrábamos Carlos y yo.
-Hola soy Pedro, estudio 5º de ingeniería… y nada más
mencionarlo, un murmullo y risitas encubiertas. El profesor tuvo que salir en
mi defensa argumentando que la bolsa no era cosa sólo de economistas sino que
estaba abierta a muchos más perfiles.
Debí de añadir algún comentario más cuando se hizo el
silencio y pasé el turno a mi amigo:
-Hola soy Carlos y soy veterinario. Entonces ya no
fueron risitas disimuladas, sino una carcajada general de todos los asistentes
que pensaron que aquello era una broma. Pero no, ambos estábamos muy interesados
en conocer los secretos de la bolsa y alguno aprendimos.
Soy Carlos, me interesa este curso de bolsa...¡porque soy veterinario!
Continuando con los cursos no regulares, los de verano
siempre han sido muy interesantes, incluso si no asistes.
Los veranos de un
estudiante, siempre son abundantes en tiempo y escasos en dinero. Recuerdo uno
de ellos en que ya volvimos de la playa y estábamos entre semana por ahí de
cachondeo.
En un pub nos encontramos con un montón de guiris que estaban
haciendo un curso de verano en la universidad, no en aquellos momentos,
evidentemente. Eran casi todas mujeres y Carlos, que tenía más desparpajo que
vergüenza, entró a las que le parecieron más interesantes.
Caramba, si que son interesantes estos cursos de verano de la Universidad
Entabló conversación
con un par de gemelas brasileñas la mar de simpáticas con las que nos tomamos
algo y quedamos para el día siguiente. Cuando nos marchamos, hicimos el “reparto”.
Inocentes nosotros que pensamos que podíamos repartir, cuando son las mujeres
las que siempre eligen.
Ambas chicas, cuyo nombre no recuerdo, eran de piel
blanquita, tirando a rubias y bastante voluptuosas, pero una de ellas un
poquito más que su hermana. Carlos, que siempre fue un romántico, eligió a la
de la delantera más grande, reparto que asumí como justo, porque fue él el que
las entró.¿qué le voya hacer si se desató la pasión!
Al día siguiente, nos vimos con ellas en el sitio
pactado, pero nos encontramos con una sorpresa, ¡la que las tenía más grandes
era la otra hermana! Fácil fue llegar a la conclusión, de que como buenas
hermanas compartían muchas cosas, e incluso, el wonder bra.
Y es que ya se
sabe, un wonder bra es como una dictadura, oprime a los de dentro y engaña a
los de fuera, nosotros. Ah, y me negué a rehacer el reparto, veis como el karma
funciona.
Como soy un romántico...elijo a la del wonder-bra.
El caso es que nos lo pasamos muy bien con ellas,
riendo y bebiendo y como caballeros que somos las acompañamos hasta su
residencia, que eran unos apartamentos de la universidad ubicados literalmente
donde Napoleón perdió el gorro. Al día siguiente volvían a Brasil. Nos dieron
su dirección para que las fuéramos a visitar a Minas Guerais, pero después de
tantos años, creo que ya ha caducado.
Al mencionar el wonder bra, me viene a la memoria la
anécdota que cuentan de la modelo que lo popularizó, Eva Herzigova, que conoció
a su marido, el futbolista Karembeu, cuando ambos perdieron un vuelo.
Pues a
mi, quizás me hubiera ocurrido algo similar. Estaba esperando en un aeropuerto
en una cola enorme antes de los controles, cuando veo acercarse una mujer
imponente.
Yo recuerdo la imagen como la de Pamela Anderson corriendo en “Los
vigilantes de la playa”, solo que como iba andando, el movimiento era menor.
Aquella pedazo de pelirroja de ojos azules, se colocó justo detrás mío en la
cola y casi al momento comenzó a darme conversación.
Esto es el aeropuerto, pero no sé por qué, me recuerda a la playa
Resultó ser suiza, que
trabajaba en el sector financiero y volvía a casa después de un viaje de
negocios. Continuamos conversando de manera alegre durante un buen rato, hasta
que mi gen de la desconfianza, que todo buen detective atesora, se puso a trabajar.
¿Qué interés podría tener un
pibón como aquel en ser tan simpática conmigo? Si estaba tan cansada como decía
de trabajar todo el día, ¿por qué ese interés en darme conversación?
Demasiado guapa para ser tan simpática conmigo
Después de esas y otras muchas preguntas, llegué a la
conclusión de que “por el interés te quiero Andrés” y que quería ser tan
agradable para que me resultara más complicado negarle un favor.
Estando en un
aeropuerto, pensé que, argumentando que quizás no le dejaban pasar con varios
bultos, me pidiera que yo le pasara el control con alguno de los suyos para
dárselo después, y a saber lo que tendría dentro.
El caso es que llegando a
esta conclusión, tenía unos metros de cola por delante para dejar de ser tan
simpático. Tengo que confesar que tampoco me resultó demasiado complicado. Ella
se dio por aludida y dedicó su simpatía al hombre de detrás, con lo que
confirmó mis sospechas.
El resultado final, ni me fijé, bastante tenía yo con
evitar que se me cayeran los pantalones cuando puse el cinto sobre la bandeja.
Quién sabe, pero lo mismo dejé escapar al amor de mi vida.
Pero todavía nos queda verano, esto continúa.