Deportistas que no dan la talla

 

Los peores deportistas de la historia



“Citius, altius, fortius” o lo que traducido sería: más rápido, más alto, más fuerte. Esta célebre frase adoptada por Pierre de Coubertain para los primeros juegos olímpicos de la era moderna en 1896, parece que no ha calado en todos los participantes. Conozcamos a los peores deportistas de la historia.

 

El mal del nadador…ahogarse

Eric Moussambani, un ciudadano de Guinea Ecuatorial conocido por el apodo de “El Anguila”, participó en los juegos olímpicos de Sidney en la disciplina de 100m libres natación.

Hasta ahí, todo parece normal, pero resulta que el pobre de Eric no sabía nadar antes de que le invitaran a representar a su país. Para que luego digan que en España hay mucha guasa, lo digo por lo del apodo, pero el periodista que lo bautizó no se quedó corto.

El pobre hombre tuvo que aprender a nadar pocas semanas antes en un río de su localidad, que deduzco estaría libre de cocodrilos y pirañas, que le hubieran “animado” a ser un nadador más rápido.

Cuentan las malas lenguas que, cuando vio la piscina de 50m de largo estuvo a punto de echarse atrás, pensando que no aguantaría hasta la otra orilla. Lo más que había nadado era en la piscina de un hotel no tan larga en la que se colaba cuando nadie vigilaba.

Finalmente se puso a ello logrando una marca birriosa de 1minuto y 52 segundos. Incluso yo, nadador aficionado al que no llevan a las olimpiadas, fui capaz de mejorarla en su día.

Malos nadadores…aún hay más

Va a ser un problema nacional, porque la compatriota del anterior, Paula Bolopa, también realizó una actuación que podríamos denominar como poco decorosa.

Compitió en 50m libres y su gran éxito fue llegar a la otra orilla porque, según manifestó, nunca había nadado una distancia tan larga. Parece que en Guinea Ecuatorial se manejan mejor en las distancias cortas.

Imagino que a esta la apodarían la sirenita.

Mi opinión es que no fue fallo suyo sino de la organización. ¿Dónde estaba la piscina de los niños? De haber existido, haciendo pie y en distancias menores, seguro que habría batido algún récord.

 

110 vallas a mi manera…como Sinatra

En unos juegos universitarios chinos, un atleta cuyo nombre no ha trascendido, competía en 110 vallas, ya sabes, esa carrera en la que los corredores tiene que ir saltando unos obstáculos a lo largo del tartán.

Pues bien, a nuestro protagonista se le ocurrió que, quizás fuera más rápido llevárselas por delante que saltarlas, que él era demasiado bajito como para pasar por encima.

Como podéis imaginar, por estar en este ranking, el resultado no fue sobresaliente. Tras varios trompicones y acabar con los brazos llenos de moratones, se ganó el apodo del peor deportista del mundo. Más adelante te dejo el enlace al video de su “gesta”.

Quizás su entrenador debería haberlo animado a practicar otro deporte. Yo creo que le tenía manía.

 

El velocista tortuga

Trevor Misapeka, un deportista de Samoa compitió en los 100m lisos. No mientas, pero cuando te imaginas a los habitantes de esa isla, ¿tienen pinta de correr rápido?

Pues estás en lo cierto, porque el amigo Trevor, además era un lanzador de peso de nada más y nada menos que 140 kilos. Logró una “impresionante” marca de 14segundos 29 décimas. Vamos, poco menos de lo que tardan algunas para llegar las primeras a las rebajas de El Corte Inglés.

Pero por si esto fuera poco para la vergüenza del país, otro “velocista” empeoró esta marca en competiciones posteriores.

 

Un maratón sin prisas

Una atleta mongola de nombre impronunciable, tiene el honor de haber destrozado la marca del maratón en los juegos olímpicos de Atenas de 2004. Y cuando decimos “destrozado” nos referimos por encima, casi tienen que añadir los días al cronómetro para registrar su tiempo.

Si bien el récord femenino está en poco menos de 2 hora y cuarto, esta maratoniana de Mongolia se tomó la friolera de 3 horas 42 minutos en completar el recorrido. Casi una hora más tarde que la corredora que la precedió.

Comenta, que consiguió finalizar gracias al aliento y los aplausos del público, pero me temo que, en realidad, eran los empleados que tenían que retirar las vallas del recorrido que querían irse a casa. Ese día la organización seguro que pagó horas extras.

 

Dar la cara en el salto de longitud

Pues eso es importante, no esconderse, pero no es exactamente a eso a lo que nos referimos con el atleta Carlton Lavong en el salto de longitud de unos campeonatos juveniles de USA.

Suele ser habitual que, mientras estás preparándote, reclames la atención del público para que aplauda mientras corres hacia la línea de salto. Craso error reclamar la atención de todo el estadio cuando vas a acabar estrellando tu cara sobre la arena en un salto defectuoso.

No se batió ninguna marca, pero al menos al público no se les hizo tan larga la tarde.

 

Y esos atletas que se creen los más listos

Eso es lo que le ocurrió a la maratoniana Rosie Ruiz cuando entró en la meta con una marca espectacular en el maratón de Nueva York.

Como si se tratara de un anuncio de desodorante, finalizó la carrera sin apenas sudor, lo que despertó las sospechas de la organización.

Hubo testigos que la vieron en el metro a la misma hora de la carrera. ¡Si es que la gente tiene mucha envidia! La verdad es que muchas luces no parece que tenga la chica, con atuendo deportivo y dorsal ¿pensaba pasar desapercibida?

Esto me recuerda a mis tiempos jóvenes del colegio en nuestras clases de gimnasia. Nuestro profesor, un sargento retirado, nos hacía correr varios kilómetros y, para que nadie hiciera trampas la prueba se desarrollaba entre 2 puentes del rio.

Él se colocaba en uno de ellos y nos iba tomando el nombre en cada una de las vueltas. Con lo que no contaba es que el hermano de uno de los chavales de clase nos esperaba con su vespino para hacernos la parte del recorrido que quedaba fuera de su vista.

Eso sí, nada era gratis y, siguiendo la ley de la oferta y demanda recogía al que más le pagase. Todo un adelantado a su tiempo, esto ahora se enseña en las mejores escuelas de negocios, como negocio imaginativo... o ejemplo de fraude.

 

¿En los países ecuatoriales se esquía?

Pues no mucho, pero eso no quita que sus ciudadanos participen en los juegos de invierno.

Es el caso del “esquiador” keniata Philip Boit, que fue enviado a Finlandia para entrenarse como esquiador de fondo poco antes de una competición. Aquella fue la primera vez que pisó la nieve, así que te puedes imaginar el resultado.

Participó posteriormente en las olimpiadas de invierno de Nagano de 1988 y quedó el último en su prueba. Lo hizo tan mal, que incluso tuvieron que retrasar la entrega de premios hasta su llegada.

Algo similar ocurrió con el venezolano Adrián Solano, considerado el peor esquiador de la historia. El bueno de Adrián no había pisado la nieve hasta que se presentó al mundial de esquí nórdico de Lahti (Finlandia).

¿Y cómo es eso posible? Pues entrenándose sobre tierra con unos esquís con ruedas. Como ya te imaginarás el resultado no fue muy positivo. A base de trompicones, resbalones y caídas, logró completar el recorrido haciendo pasar un buen rato a todos los espectadores.

Yo creo que su nombre se recuerda más que el del propio ganador.

 

Más de nieve y hielo en el Caribe

Se hicieron famosos e incluso tienen su película. Nos referimos al equipo jamaicano de Bobsleigh, ese deporte de invierno que consiste en deslizarse sobre una pista de hielo con un trineo todo un equipo de 4 miembros.

No sé cómo se entrenarían, pero en las fiestas de los pueblos he visto equipos mejores bajando por las cuestas sobre una plataforma con ruedas.

Lo cierto es que con su alegría y espíritu lograron ganarse al público sin importar las diferencias culturales.

 

¿Y tú te acomplejas cuando sales a correr? Pues ya ves que los ha habido mucho peores. Y como se dice, lo importante es participar y todos ellos lo han hecho al máximo nivel.

Un buen ejemplo a seguir, de esfuerzo, superación, perseverancia…y de poco sentido del ridículo. Así que anímate a hacer deporte, que es muy sano.

 

 

El video del chinito rompe vallas, que hay que verlo para hacerse una idea.




 

 

 

 

 
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