El castillo encantado


 

Un castillo muy, pero que muy encantado

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El abuelo de Nicolás era oriundo de aquella villa medieval llena de casas blasonadas donde su castillo, cuyos días de esplendor ya quedaban muy lejos, parecía vigilarlo todo desde lo alto del cerro.

Ahora que sus padres habían decidido mudarse al pueblo para regentar el bar del abuelo, recientemente jubilado, la vida de Nicolás había dado un giro importante, de la gran ciudad a una localidad de unos pocos miles de habitantes.

Pronto llegó a sus oídos la leyenda que circulaba en torno a la fortaleza que presidía el pueblo. Todos afirmaban que el castillo estaba encantado. Ni siquiera el cura, hombre de fe y que no debería creer en supercherías, se atrevía a negarla.

Contaban que venía de muchos siglos atrás, de cuando las desgracias se cebaron con la comarca. Primero los nobles fueron muriendo poco a poco en las múltiples batallas por la reconquista. Posteriormente la peste y las hambrunas continuaron diezmando a los habitantes del pueblo.

Un castillo encantado…mejor que una serie de TV

Fue durante una de esas plagas cuando negaron asilo a una mujer por temor a que estuviera contagiada. Parece ser que era una bruja que, sintiéndose ofendida por el desprecio, echó una maldición sobre el castillo, que provocó que los pocos habitantes que quedaban dentro de sus murallas fueran muriendo en extrañas circunstancias o lo abandonaran definitivamente.

Poco dicen las crónicas de la época de valientes que se atrevieran a sobrepasar sus muros, pero unas décadas atrás cuentan los más viejos del lugar, que un día el tartamudo del pueblo después de haber bebido durante toda la noche hizo una apuesta. Se jugó todas sus posesiones contra las de otro paisano a que entraba al castillo a desafiar la maldición.

El día apalabrado todo el pueblo se congregó a las afueras del recinto amurallado, no más cerca de 200 metros por si acaso. El cura y las beatas rezaban por el alma del tartamudo, los niños daban brincos para observar toda la escena y la banda municipal entonaba una marcha marcial. El alcalde dio un caluroso abrazo al valiente antes de encaminarse hacia el arco de entrada.

Gra, gra, gra gracias aaaaalcalde fue su respuesta fruto del miedo y de su afección natural.

Habían transcurrido apenas 30 minutos cuando los que continuaban de guardia lo vieron salir a paso vivo, con la cara agitada y los ojos a punto de salírsele de las órbitas. Cayó en brazos del cura y apenas pudo balbucir:

Eeeeeestá eeeeencantado

Y murió en ese mismo instante.

El maleficio acabó con el tartamudo…R.I.P

Para Nicolás aquello no eran más que supercherías de pueblo en las que él no creía. Todavía no había hecho amigos en el colegio y pensó que la mejor manera de convertirse en un chico popular era atreverse a desafiar el maleficio.

Esta vez no hubo banda municipal ni beatas ni alcalde, tan solo los chavales de su clase que discutían si al final se atrevería. A pesar de no creer en fantasmas Nicolás se dirigió a la entrada con paso temeroso. Atravesó la puerta del castillo y recorrió el patio mirando a sus espaldas. Cada sombra proyectada en el suelo por los pájaros que sobrevolaban las murallas le hacía dar un brinco.

Bajó a las bodegas. Su linterna dejaba ver mucha porquería de murciélago, polvo, piedras desprendidas y al fondo, unas cadenas sobre el suelo en lo que debieron ser las mazmorras. Por fortuna no había ningún esqueleto atrapado en ellas.

Espíritus y fantasmas…el mejor Halloween de mi vida

Volvió a salir al patio y se acercó a los restos de lo que en su día fueron atalayas. Recorrió la parte transitable de la muralla y con algo de miedo se atrevió a mirar dentro del pozo. Estaba seco.

Cansado de que no pasara nada sobrenatural se plantó frente a lo que quedaba de la torre del homenaje y gritó:

—Castillo, ¿estás encantado?
Transcurrieron unos segundos y una voz de ultratumba respondió:
—Como dije a mi último visitante poco antes de sufrir un infarto. Estoy encantado…de conocerte.

 

 

P.D.: Dice la leyenda que aquel que, habiendo leído esta historia se marche sin comentar…la maldición del castillo encantado le perseguirá por siglos a él y a sus descendientes. Yo en tu lugar no me la jugaba.

6 comentarios:

  1. Menudo cachondeo que tenía ese catillo

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    1. pues ya ves, un poquito aburrido que estaba el pobre, no le visitaban con frecuencia

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  2. El castillo se sentía muy solo. Únicamente quería un poco de compañía y cháchara. Comento que no quiero maldición ninguna😅😂😂😂

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    1. Pues claro, si es que los castillos también tienen sus sentimientos. Has hecho bien en comentar, con las maldiciones no se juega 😅😂😂

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  3. Si es que "uno" hace cualquier cosa por que le presten atención: Ea, Ea, ya pasó....

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    1. Bueno, ya se queda tranquilo para unos cuantos años más, jjjjjj

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