Cabalgata de reyes
Es víspera de Reyes. Don
Francisco, Paco para los amigos, y su mujer María acaban de llegar a casa. Han
pasado la tarde viendo la cabalgata de Reyes con su hijo menor, su nuera y sus tres
nietos de corta edad.
Paco está cansado. Ha tenido que
cargar a hombros con uno de los pequeños durante toda la cabalgata, soportando
el frío y la llovizna que acompañaba a los Reyes Magos este año.
Cabalgata de Reyes con nieto al hombro... contractura asegurada
La cara de
ilusión y fantasía de sus nietos ha merecido con creces el cansancio que siente
ahora, pero a pesar de ello, no quiere irse a la cama sin cumplir una vieja
tradición. La noche de Reyes, antes de dormir, lee uno de sus libros favoritos,
“Cuento de Navidad” de Dickens.
Apenas ha leído hasta la llegada
del primer fantasma cuando cae rendido. Influenciado por el cuento
que está leyendo recuerda una Navidad pasada, aquella en que se ofreció a hacer
la cena.
Ya jubilado y con mucho tiempo libre, había visto cuatro programas de
Arguiñano y buscado una receta en internet. Se entretuvo mandando
felicitaciones por “Whatsapp” y recordó que el horno estaba en marcha cuando el
olor a catástrofe llegó al salón y el humo inundaba la cocina. Esa Nochebuena
cenaron de latas, pero alegría no faltó.
La cena de ese día...para los camellos de los Reyes Magos
Su sueño le llevó a otra Navidad
también memorable, esa en la que después de algunos años sin salir de cotillón,
con los niños ya un poco creciditos, decidieron retomar la costumbre.
María
estaba feliz y sorprendida. Ella, mucho más marchosa que su marido, no acertaba
a entender por qué insistía en tomar copa tras copa y baile tras baile, aun
cuando el resto de la cuadrilla ya se había retirado. La realidad, era que Paco
había perdido las llaves de casa y tenían que hacer tiempo hasta bien entrado
el día para ir a casa de sus padres a por otro juego.
La siguiente con la que soñó estaban recién casados. Quisieron comenzar el nuevo año en
Paris, la ciudad de la luz y del amor. Apenas salieron de su habitación en los cinco
días de aventura. “Toneladas de amor de
los tortolitos”, decían los empleados del hotel.
La realidad, bien distinta, la
pulmonía de subir a la Torre Eiffel con una cazadora de entretiempo. Pero es
que para un sevillano poco viajado, cuesta entender en su justa magnitud el
concepto de “mucho frío” del que le hablaron en la agencia. ¡Como se habal tanto del cambio climático!
"Musho" frio...si lo sé, me traigo una túnica
Hace apenas dos horas que cayó
dormido, pero se despierta. Paco es como un niño y mantiene su inocencia, pero
no es por eso por lo que se levanta.
No es para mirar debajo del árbol a ver si
los Reyes dejaron los regalos. No es por ver si los camellos ya bebieron el
agua que dejó en un cuenco. No es porque la emoción le impida conciliar el
sueño.
Es, porque no hay nada en este mundo que te haga despertar con la frecuencia de un niño en la noche de Reyes…, como la
próstata de un octogenario.
Y si quieres leer otras historias navideñas, no te pierdas un poco de humor navideño
Ideal
ResponderEliminarJajajajajaja muy bueno y tierno a la vez
ResponderEliminary real, según testimonios de octogenarios
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