Qué larga se me hizo tu mili
Ahora que ya conocéis mis inicios en la vida castrense y
alguna anécdota de mis maniobras ya va siendo hora de rematar mi paso por el
ejército, que como se decía antaño, esto es más largo que la guerra de Cuba.
Adiós ejército, ya cumplí con la patria
Como a casi todos los que teníamos estudios universitarios
nos enviaron a hacer trabajo de oficina a un antiguo palacio del siglo XVII en
medio de la ciudad. Vamos, un destino casi vacacional.
Al principio nos tocaba realizar algunas labores propiamente
militares como hacer guardia, y siendo los recién llegados, pues comenzábamos
con los días que nadie quería como fines de semana.
Recuerdo la primera vez, un viernes. Las guardias se hacían
desde la medianoche hasta las 8 de la mañana en turnos de 2 horas. El mío fue de 2 a 4 de la
madrugada, así que salvo los que entraban a las 12, el resto nos fuimos a las
camarillas a dormir hasta que nos avisaran.
Cuando otro recluta me despertó, vi que en las literas
estaba yo solo y pensé: “vaya, nos han invadido los moros y yo me he quedado
dormido”
─¿Dónde están los demás?
─Ahí fuera viendo la tele.
Nos invade el enemigo y yo durmiendo a pierna suelta
En principio me pareció un poco ridículo ver la tele a esas
horas en lugar de dormir antes de la guardia, pero en cuanto salí me di cuenta
del motivo… ¡estaban todos viendo la peli porno!
Y es que, por aquellos tiempos, en Canal+ cada viernes de
madrugada ponían una peli guarrilla. Si, esa que mucha gente veía incluso con
rayitas, pero en el cuartel tenían la suscripción a la cadena y se veía descodificada.
No voy a decir que a mí no me interesara el tema, pero si le
dabas una cinta de video y 100 pesetas al recluta encargado de la sala de TV,
te la grababa y además podías elegir, porque lo miraba en la guía televisiva e
informaba a su clientela de los próximos estrenos.
Para que luego digan que no existe espíritu emprendedor en
España. Lo que hace falta es tener los estímulos adecuados.
La verdad sea dicha, el título tampoco es que fuera muy
orientativo porque ¿os habéis dado cuenta de que algunos parecen más de comedia
que de peli X? Por ejemplo: “Caray con el mayordomo que largo tiene el maromo”,
“Pulp friction”, “La guarra de las galaxias” o “Agente 069, licencia para” … lo
que imaginas.
Con tanto recluta salido voy a elaborar mi plan de
negocio.
Cuando tienes que estar despierto sin nada que hacer los
minutos parecen horas, así que para no quedarme dormido a veces salía de la
garita y observaba las calles colindantes.
Una noche pasaban por allí 4 chicos un tanto borrachos, me
vieron y uno de ellos dijo:
─Que putada estar de guardia un jueves por la noche.
─Más putada es pasarlo en urgencias ─contesté dando unas
palmaditas al fusil que tenía colgado.
Les cambió la cara por completo y los que estaban un poco
más serenos agarraron al bocazas y desaparecieron a paso ligero. Creo que nunca
en mi vida he tenido tanto poder de convicción.
No hay nada como buenos “argumentos” para resultar
convincente
Los días discurrían lentos y había que pasar el tiempo. Fue
en una de esas cuando me gané mi apodo “militar”. No, no fue ni “Rambo” ni
“Terminator” sino algo más familiar, aunque tengo que reconocer que albergo
alguna duda al respecto. Me explico.
Para matar el aburrimiento rescatamos una vieja mesa de pingpong
y otro soldado y yo nos pasábamos horas jugando. Uno de los reclutas, el del
videoclub, que era un chaval muy ingenioso, nos bautizó como el cabo Pin y el
cabo Pon. Desconozco cuál era yo, aunque atendía a cualquiera de ellos.
Ah, por cierto, ya veis, que al contrario de los que te
dicen los curas, la masturbación no acaba con las neuronas.
Muy buena puntería mi cabo…sobre todo de revés
Además de las tareas diarias del cuartel, no olvidemos que
éramos soldados y como tales un día nos tocó ir a hacer prácticas de tiro.
Fuimos todo el remplazo, los de las oficinas, los de mantenimiento, los de
cocina…
Según estábamos listos para subir al camión que nos llevaría
al campo de tiro, me fijo que en la caja de la munición pone una leyenda “fecha
de caducidad 1984” (estábamos en 1996) y me dirijo al sargento.
─Mi sargento, estas balas llevan caducadas más de un lustro.
─Ah, pues quizás sea demasiado. Toma las llaves de la
armería y trae una caja nueva.
Fui a la armería y busqué entre las cajas de munición
almacenadas. Volví con la misma, ¡las que quedaban tenían fechas de caducidad de
1981! Con la suscripción a la tele de pago se ve que no quedaba presupuesto para
renovar el material.
El sargento, para tranquilizarme, dijo que no pasaba nada y
que en caso de conflicto bélico se utilizan balas compradas a los americanos,
nada de las caducadas de fabricación nacional. Creo que en mi primer disparo me
temblaban las piernas, luego ya comprobé que la robustez de aquellas balas
hacía que su caducidad fuera bastante orientativa.
La fecha de caducidad de la munición es menos fiable que
la de los yogures
Un día me encomendaron mi primera misión especial,
actualizar el inventario de literas. El sargento me dio el informe anterior, de
hacía 4 meses, en el que ponía que había 100.
Comencé a contar las que teníamos en uso y solo me salían
alrededor de 50. Cuando se lo comenté al sargento tomó 2 acciones, darme un
manojo de llaves para que buscara por todos los almacenes y ponerme como
ayudante a un recluta recién llegado.
Lo del recluta no fue más que una manera de librarse de él,
que era muy torpe, pesado y recomendado por el comandante. Imaginaos lo plasta
que era, que para librarse de él lo enviaron a la biblioteca a ordenar los
libros por orden alfabético de autor. Cuando terminó le pidieron que lo hiciera
de nuevo según el título y cuando acabó con esto…me lo asignaron a mí.
Salvo por tener que aguantar a este pesado yo me lo pasé en
grande en mi misión especial. Como os decía, el cuartel era un antiguo palacio,
y ya se sabe que aparte de la zona noble, existen otras muchas más estancias
repartidas por los adosados, subterráneos y buhardillas.
“Misión imposible” …un juego de niños comparada con la
mía.
Con las llaves que me habían dado, que parecía el sereno, no
dejé habitación sin registrar. Incluso creo que me colé en sitios donde no
debía, pero si me decían algo yo respondía que estaba de misión “especial”
respaldado por el capitán.
Lo malo es que por más vueltas que di y almacenes en los que
rebusqué, no logré encontrar más que unas 75 literas. Derrotado por el fracaso
fui a hablar con mi superior pensando que de esa me arrestaban.
─Mi sargento, ya he buscado por todos los rincones y no
logro encontrar más que 75 literas.
─Caramba, pues ya has encontrado 20 más que el último al que
se lo pedí. Pon 100 como se ha hecho siempre y dame el impreso que lo firmo. ¡Con un par!
Bueno, os podéis imaginar la cara de tonto que se me quedó ¿No
me lo podía haber dicho desde el principio? En mi vida profesional posterior
siempre he encontrado responsables de logística un tanto más serios que mi
sargento.
Unas semanas más tarde me encomendaron otra misión, ir a un
cuartel que se estaba desmantelando a pillar todo lo que pudiera de material;
taquillas, almohadas, camas…Volví con el camión lleno y puedo decir con orgullo
que el inventario de literas acabó en 102 tras mi misión de rapiña. Ya nunca
más habría que falsificar el recuento.
Mi sargento, acabo de cuadrar el inventario
Un sábado, que me tocó estar de guardia, me despertaron con
urgencia.
─Mi cabo, que hay ahí un soldado retorciéndose de dolor.
─Pues no me despiertes a mí, llama al ambulanciero.
─Es que es él el que se queja.
Caramba, eso ya era otro tema. Si alguien se ponía enfermo
se llamaba al conductor de la ambulancia para que lo llevara al hospital, pero
esa solución evidentemente no me servía.
Lo único que se me ocurrió era que uno de los chóferes se
encargara de llevarlo, pero yo sabía, que el que estaba de guardia, que era un
tipo muy juerguista, se había escapado de marcha y no volvería hasta las 8 de
la mañana que se abrían las puertas del cuartel. Faltaba casi 1 hora.
El ambulanciero era un tipo muy madridista, así que nos
pusimos unos cuantos a hablarle de fútbol, de Di Stéfano, Santillana y compañía
para que estuviera distraído y se olvidara de sus dolores.
La maniobra surtió efecto y pudimos esperar a que llegara el
chofer, que como parecía en condiciones de conducir, le encomendé la misión de
llevarlo al hospital. Unas piedras en el riñón expulsadas y listo para volver a
gritar “hala Madrid” de nuevo.
Y como no quiero ser pesado y creo que ya me he extendido
bastante, aquí damos por finalizado mi paso por el Ejército Español.
Para más batallitas, no te cortes y cuéntanos las tuyas en
los comentarios.